Una muchacha con sabor a miel cae en letargo después que Rosa, la ciega, le hace un masaje. Sueña con jilgueros que, con sonido amable, tocan a su puerta cerrada por angustias desde el día de su nacimiento. Sonia que contempla su sueño, observa que su energía anda baja, trae un huevo de granja e inicia la ceremonia de pasárselo por todo su cuerpo con devoción. Ora en voz alta y con firmeza, tiene en el cuello una medalla de acero para que las malas ondas no le pasen.
La muchacha abre los ojos y mira a Sonia, ya un poco más fuerte. Sonia va por otro huevo y continúa con el rezo, invoca a los ángeles, en el nombre de Dios. La chica se sienta y como Lázaro inicia un nuevo camino de luz verde, en sus ligeros pasos.
Su suerte está echada.
Julia del Prado (Perú)
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