Cuando la lágrima duele el vuelo del ave pierde su encanto, un ala quebrada arrastra la piel: no hay razones. El frío oprime el cuerpo, la mente obnubila las sensaciones. Se acorrala el silencio.
Cuando la lágrima duele se derrama por las mejillas, resurgen latitudes, se empequeñece un momento para agigantar el laberinto.
Cuando duele no hay tiempo, el dolor se incluye en el llanto sin permiso.
Elisabet Cincotta
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