Cada vez que tu equipo favorito de fútbol pierde un partido es una prueba para saber cuánto lo amas. Cada vez que peleas -con la persona que amas- es una prueba para saber hasta dónde puedes soportar aquello que no te agrada de ella.
Cada vez que pierdes un clásico con tu rival de patio es una posibilidad de saber que, por eso, NO dejarás de amar al equipo del que te hiciste hincha, puesto que en el deporte rey siempre hay revancha y si tu rival disfruta mucho haberte ganado es porque eres muy importante para él, así se jacte al decir que te odia con todas sus fuerzas. Cada vez que sabes que alguien quiere ocupar tu lugar y quedarse con el amor de tu pareja sabes que estás en muy buenas manos y que otros quieren degustar esos labios y esas partes íntimas que tanto disfrutas.
Cada vez que tu equipo queda eliminado de un torneo o de una copa sabes que en el próximo semestre (o año) tendrás la posibilidad de ganar algo importante, así en la realidad fracases otra vez. Cada vez que terminas una relación de pareja sabes que pueden haber otras opciones, lo que no sabes es si te irá mejor, igual o peor.
Cada vez que tu equipo mete un gol, gana un partido o un campeonato sientes una alegría INEFABLE, cuyas implicaciones es casi imposible comunicar mediante palabras, dada la profundidad del susodicho sentimiento; no obstante, nadie te garantiza que sigas ganando en las siguientes temporadas. Cada vez que besas a tu pareja, que haces el amor con ella o que llegas a un INEXORABLE orgasmo sientes que has logrado un gran objetivo; pero que la alegría NO dura para siempre.
Cada vez que reconoces que tu equipo favorito lleva mucho tiempo sin dar una vuelta olímpica sabes que a él te une algo más que el deseo insaciable de ganar. Cada vez que concibes a tu pareja como un ser que siente y NO como un simple objeto sexual sabes que amas a esa persona más allá de los placeres carnales y eróticos que te brinde.
Cada vez que sientas la importancia de cambiarte de equipo de fútbol sabes que dejaste de ser hincha y que pareces un mercenario, un torcido, un tránsfuga. Cada vez que sientas la urgencia de cambiar de pareja sabes que el amor que sentías no es verdadero y que realmente perdiste el tiempo en un sentido “trascendental”.
Cada vez que sientas el deseo de observar a tu equipo en la cancha, de apoyarlo así esté en un mal momento, de acompañarlo con el poder de tu voz, de alentarlo sin avergonzarte por eso, sabes que serás hincha de ese equipo hasta la muerte (o hasta más allá si se puede… Jajaja). Cada vez que sientas las ganas de estar al lado de tu pareja, de besarla a menudo, de estar con ella pese a sus defectos o a los tuyos, de luchar por su amor aunque parezca perdido, de intentar recuperar la magia idílica que se tuvo en un inicio y en momentos gozosos, sabes que esa persona merece ser el amor de tu vida, otro amor verdadero tan prolijo como el que sientes por tu equipo de fútbol… En última instancia, si encuentras un amor -ANÁLOGO al de tu equipo de fútbol- haz lo humanamente posible para que NO se vaya, porque probablemente es UN AMOR VERDADERO.
Cordialmente, Wilmer Zuleta (Docente de la U de A y de UNIMINUTO-BELLO).
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