Eran muchos, vestidos de blanco. dijeron debía olvidar todo concepto de ensoñaciones, de ideas, de planes. exigieron no elaborar proyectos. no era necesario esmerarse en crear un mundo nuevo. dejar correr el agua. dejarla ir cima abajo. quedarse viéndola caer sobre el valle, sutil como velo de novia. saberla deslizándose sobre una superficie que aunque rugosa se dejaba vencer por el ímpetu del alma de los líquidos. así con el poder de ese agua se disolvían las noches y con ellas la necesidad de sentir el sereno. quedaba como campo arrasado la capacidad de ser. si, ese día sabía que algo de su entorno había cambiado. las sensaciones de calor y de color no aparecieron más. solo veía desfilar ante sus ojos un proceso acelerado de pérdida. todo lo que se movía se hizo parte del mobiliario. todo quedó fijo como una fotografía, solo que ésta estaba en 3D y el tono sepia le hablada de la muerte acercándose en picada sobre ella y todo lo que quisiera anhelar. en la habitación estaban el soporte para las bolsas de suero, la silla para el visitante, la mesa de comedor, el tarro para la ropa sucia, las canecas para la basura regular, el pote rojo para la basura de riesgo, la cama enfermera, una mesa de noche, un teléfono, un televisor, el cuarto de baño, las bolsas de los fluidos de la orina expulsada por la uretra y del drene sangroso del riñón derecho. viendo todo eso, dio un portazo y se largó o flotó. ni supo. - sabe cómo se siente la congelación de la vida entre dos mundos?- preguntó con voz cansada, mirando a través de la ventana las pintas de rojos, amarillos, verdes y ocres de los árboles, entreveradas con el concreto de los bloques de edificios que conformaban el sanatorio. su pregunta era más una reflexión que un comunicado. no quería respuesta alguna, solo hablar o susurrar. así, congelada, pedazo de carne entre dos rebanadas de pan, el relleno de un sánduche de realidades y sueños, porque, eso era lo que le ocurría. era la imagen y el alma de ésa que se miraba en el espejo todos los días para depilarse las cejas. mundo rígido de tonos tristes y silencios, donde había muerto hacia varias décadas y otro paralelo, que, se movía entre los colores de la vida radiante y la algarabía palpitante de lo que ocurría afuera de sí misma. hoy, justo hoy, dicen de ella, "la que fue", por la que se reza un novenario y sin descanso toman muchas tisanas y tazas de café. no quiso volver a hablar por un buen rato. estaba sumergida en una montaña de olvidos. ese punto de fuga se había vuelto su tabla de salvación y la llevaba a guardar como una joya lo poco que de ella había quedado. ¿dónde hallar la convergencia? ¿dónde coincidir? ¿dónde encontrar ese punto "cero" que todos saben existe pero que tantos ignoran dónde está? esa fusión de mundos le dejaba flotando entre ser y no ser, viviendo entre lo tangible y lo sutil, entre la alegría y la nostalgia, entre el amor y el odio, entre el infierno y el cielo. hubiese querido quedarse en ese punto muerto, sin tener que ir a una fosa. quedarse en ese lugar donde no importa la piel ni los sentimientos, mucho menos la abstracción de las ideas, ni ser lógico o iluso. desde esa apertura de la mente sabía que podía lanzarse al vacío desde sí misma y viajar al infinito de dónde nunca debió venir. - ¿sabe?- preguntó de nuevo. - ¿quiere saber usted cómo he sobrevivido en este emparedado? pues fíjese, sólo me he enterado que vivía así cuando empecé a sentir que hacían cortes a mi pobre ego. la primer dentellada alcanzó a mutilar mi cabeza y me despertó a una dulce inconsciencia, así, como entre brumas supe que se congelaba mi ser y me envolvía un sopor delirante. allí en ese punto se me despertó el ansia de caer, de despeñarme, de corresponder a las tinieblas que me engullían atrayéndome y que, vertiginosamente me llevaban hasta un lugar donde todos vivían de igual manera. allí todos éramos hibernantes. - mire señor, allí, alguien abrió el refrigerador y dejó divisar dentro de él una cabeza deforme, como si la persona dueña de ella hubiese muerto por el impacto contra un automóvil. se ve muy bien que esa cabeza ha sido recogida con cuchara para armarla de nuevo, para poder saber la identidad del muerto. se ve que recogieron esos restos así como se hace con las muñecas de porcelana cuando se rompen. de esa nevera chorreaba todo lo que había discurrido por la mente de quien la había poseído. qué dolor! hoy está convertida en algo similar al contenido de una excreta. ése fue el último pensamiento que pasó por su mente, - me he vuelto mierda! Ana Lucía Montoya Rendón noviembre 2010 |
domingo, 22 de enero de 2012
EMPAREDADA - Ana Lucía Montoya Rendón
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario