Llevo muchos inviernos añorando
que el verano se manifieste en esta montaña,
que el olvido no sea el causante de este largo engaño,
y porque no de esta larga espera.
Es fácil coger tu alforja y llenarla de sueños,
pero es más difícil compartirlos.
Esta noche solo escúchame,
no me hagas preguntas,
no interrumpas esta confesión.
Las mariposas no desean volar en mi jardín,
he tirado todos los velos,
despreciado las argollas de matrimonio,
el pastel lo he dejado entiesar.
Mi libertad está en juego,
no deseo perderla en la esquina de tu casa,
no deseo ligarte a mí,
si no existe un mañana.
Recuerda no hay mañana…
soy solo una propagación de tu deseo,
que hoy se revela a tus pies,
desea vida propia y no esta migaja que dices llamar amor.
Mi cama…
última sobreviviente de tu locura,
de mi perdición…
Desea ser renovada,
porque ha visto como mi piel
se desgaja al tener tu contacto.
No me abraces…
No me hables…
El amor tiene que ser más
que promesas empapeladas,
más que llamadas huecas,
más que tú y yo.
No llores…
Ya no hay tiempo para eso.
Llevo años engañándote conmigo misma,
una te ama…
la otra desea a un tercero.
Ambiciono unificación,
espero que no seas él.
¿Qué se puede hacer cuando me gusto más tu ausencia que tú?
Cuando salgas llévate ese pedazo de corazón
que me dejaste en ese verano,
ocupa mucho espacio,
no deja cabida a nuevos amores.
No llores por mí…
Recuerda que te engañaba,
eso te dará fuerzas para comenzar de nuevo.
LUISA FERNANDA VANEGAS S.
31/10/2011
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