No te preguntaré por él,
ni por lo que le dices cuando está cerca
o si acaso vibra tu cuerpo
al compás voraz de su fugaz deseo
como las hojas de un árbol
presintiendo el incendio.
No, ni tampoco si ocupa tu vigilia y tu sueño.
Pues bien sé, por mucho
que con ansia aguardaste la locura
que deseaste desde siempre la pasión
que llegó para ti el momento.
Pero detén tus pasos, tan solo un poco,
oye tan sólo una palabra de éste fiel amigo viejo
Te preguntaré si después de las húmedas horas
y cuando ha pasado ya del deseo toda sombra
vez en sus ojos -aquella luz-
la que realmente añoras
cuando a solas
continúas -a pesar de todo-
creyendo en el amor.
Jaime Falcone
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